jueves, 6 de marzo de 2014

La creación del horóscopo chino... o por qué los gatos y los ratones dejaron de ser amigos


Ésta fue la curiosa historia que nos contó Ana:

Un día, hace muchos, muchos años, se reunieron los animales en un claro del bosque. Allí estaban todos: la serpiente, el elefante, el tigre, el mono... y no seguimos con la lista pues sería muy larga de enumerar. Lo que importa es que estaban todos hasta formar un grupo de 144 animales.
Uno de ellos dijo:
- Tendríamos que ponernos de acuerdo entre todos para escoger a unos cuantos de nosotros y crear un horóscopo chino.
- ¿Un horóscopo chino? -preguntaron algunos-. ¿Para qué?
- Para ponerle a cada año el nombre de un animal y así, la pesona nacida durante ese año, tendría las virtudes y defectos propios de ese animal, ¿qué os parece?
A la mayoría de los presentes les entusiasmó la idea. Y a otros, como siempre ocurre en estos casos, la propuesta no les agradó y comenzaron a marcharse por donde habían venido.
Uno de los que se quedaron, preguntó:
- ¿Y cómo haremos para elegir a los afortunados?
- Eso -señaló otro. ¿Y cuántos formarán parte del horóscopo? Los murmullos se extendieron por el bosque. Todos hablaban entre ellos discutiendo la manera más adecuada para escoger a los elegidos. Pero ninguno se ponía de acuerdo. Las dudas acechaban al grupo y amenazaban con convertir en un fracaso la reunión.
Así, hasta que a alguien se le ocurrió una brillante idea y dijo:
- ¡Hagamos una carrera para seleccionarlos!
- ¡Sí, una carrera! -corearon varios.
- ¡Y el que llegue el primero será el campeón del horóscopo y ocupará el primer lugar!
- ¡Muy bien, sí! -aplaudieron unos cuantos más.
- ¡Y en función del orden de llegada iremos poniendo el nombre del animal para cada año!
- ¡Y el número de elegidos puede ser treinta! -propuso la tortuga que, previendo que sería de las últimas, deseaba que hubiera cuantos más mejor.
- ¡No, treinta son demasiados! -rechazaron la mayoría.
- ¿Qué os parece veinticuatro? -probó de nuevo.
- ¡Siguen siendo muchos, no!
- ¡Ya lo tengo! -dijo uno con gran entusiasmo-. ¡Doce! ¡Serán doce los animales escogidos! ¡Los primeros doce que lleguen mañana por la mañana a la reunión tendrán el honor de que un año lleve su nombre!
El grupo de animales se agitó excitado por la emoción y el bosque entero se estremeció con los vítores y alaridos que, cada animal a su manera, fue exclamando para aceptar la propuesta.
- Así pues -intervino uno haciendo callar al lío de voces-, ¿estamos todos de acuerdo en que serán doce los escogidos?
- ¡Sí! -vocearon todos.
- ¿Y que el orden de llegada marcará el orden de los nombres que llevará cada año?
- ¡Sí! -volvieron a afirmar todos.
- ¡Pues asunto decidido! -concluyó-. ¡La carrera será mañana por la mañana y la meta este bosque, aquí mismo, en el centro del claro!
- ¡Bravo! ¡Viva! -gritaban los animales para darse ánimos.
- Yo seré el primero -le dijo el Gallo al Tigre.
- No, el primero seré yo -dijo a su vez el Conejo.
- ¡Estáis equivocados! -se rió el Caballo-. ¡Yo seré quién gane!
Todos estaban convencidos de que ellos serían los ganadores o, en el peor de los casos, se encontrarían entre los doce primeros. Así, entre baladronadas y desafíos, los animales continuaron discutiendo alegremente mientras la reunión se deshacía y cada uno se iba a su casa para descansar y así estar bien preparados para la carrera.
El Ratón y el Gato, que en aquella época tan lejana eran muy amigos, hicieron juntos el camino de regreso.
El Gato le dijo al Ratón:
- Oye, ¿me podrías hacer un favor?
- Claro -dijo el Ratón-, lo que quieras. Dime.
- Tú ya sabes que soy un poco perezoso y que me gusta mucho hacerme el remolón en la cama... en fin, el favor es si me podrías despertar bien temprano por las mañana y así salir cuanto antes hacia el bosque. ¡Es que no sé si lograré despertarme yo solo con lo dormilón que soy!
- No te preocupes -le dijo el Ratón sonriendo-. Yo te llamaré muy temprano por la mañana y te ayudaré a despertarte.
- Te lo agradezco de veras, amigo Ratón -dijo el Gato aliviado-. Me quitas un peso de encima. Es que me hace mucha ilusión ser uno de los doce, ¿sabes?
- Lo sé. Tú duerme mucho que yo me encargo, tranquilo.
El Gato y el Ratón continuaron su camino y, cuando llegaron a su casa, se despidieron hasta el día siguiente.
- ¡Que duermas bien! -dijo el Gato.
- ¡Eso haré! -le dijo el Ratón-. ¡Y tú descansa, no te preocupes!
Y llegó la mañana. Y claro, el Ratón, que era muy pillo y ambicioso, se levantó sin hacer ruido y, procurando no despertar al Gato que dormía a pierna suelta, salió de casa y se fue solo, a toda prisa, hacia el bosque.
Ya había recorrido la mitad del camino cuando vio, algo más adelante, al Buey. Resoplando por el esfuerzo, el Ratón le gritó:
- ¡Hermano Buey, hermano Buey! ¡Espérame, hermano Buey!
Y el Buey, al oír sus gritos, se detuvo.
- ¿Qué quieres, Ratón? -le preguntó extrañado.
- ¿Puedo montarme en tu cabeza y así me llevas? -le dijo el Ratón-. Es que estoy reventado, como tengo unas patas tan cortas... Y el Buey, que era de talante optimista y confiado, aceptó.
- Está bien -dijo-. Sube, sube.
Y los dos continuaron juntos el resto del camino, con el Ratón cantando la mar de contento desde lo alto de la cabeza del Buey. Al llegar al sitio de la reunión, justo en el centro del claro del bosque, vieron que eran los primeros y ambos se emocionaron de pura alegría. Entonces, de repente, en el último momento, cuando faltaban apenas un par de pasos para la meta, el Ratón saltó de la cabeza del Buey al suelo, aterrizó en el centro del claro y, muy ufano, gritó:
- ¡Yo soy el primero!
El Buey, sorprendido por la rápida reacción del Ratón, dijo:
- No, he sido yo el que ha llegado primero y no tú.
- Hermano Buey, si te fijas bien verás que yo, al saltar, he pisado un segundo antes la meta. Así pues, yo soy el campeón.
El Buey se enfadó.
- Me has engañado -dijo muy serio.
- Quizá sí, pero eso no quita que haya ganado. ¡Soy el primero!
Y fue así como el Ratón, que era el animal más pequeño, pero muy pillo y ambicioso, consiguió el honor de ser el primero y así consta en el tradicional horóscopo chino.
El segundo, como sabemos, fue el optimista y poco exigente Buey.
Luego, llegó el sincero Tigre con su carácter valiente y luchador.
Seguido muy de cerca, apareció el listo y afectuoso Conejo.
El complejo Dragón, personal y excitable, fue el siguiente en llegar.
Después, hizo su aparición la sabia, seria y vanidosa Serpiente.
El séptimo lugar lo ocupó el popular, animador y hábil Caballo.
El octavo, la apasionada Cabra, elegante y creativa.
El noveno fue para el inteligente pero fácil de desalentar Mono.
El décimo, el excéntrico Gallo, trabajador y ansioso por conocer.
En undécimo lugar llego el fiel Perro, generoso y terco.
Y la última posición, la número doce, fue para el impulsivo, tímido y honesto Cerdo que llegó jadeando agotado pero que, al final, lo logró.
Éstos fueron los doce animales escogidos para el horóscopo chino. El resto, o no llegó o lo hizo demsiado tarde.
¿Y qué fue del Gato? ¿Por qué no apareció?
Porque se quedó dormido. Y cuando por fin se despertó y salió a toda velocidad hacia el claro del bosque, descubrió que la reunión ya se había terminado y que los doce escogidos ya habían sido seleccionados.
Entonces, rabioso de furia y muy enfadado, se quiso comer al Ratón. Y comenzó a perseguirlo sin tregua ni pausa en una persecución que llega hasta nuestros días. Por eso los Gatos y los Ratones dejaron de ser amigos.

Y si queréis saber cuál es el animal que os corresponde, no teneís más que buscar vuestro año de nacimiento en la siguiente relación del horóscopo chino:
Ratón: 1996, 1984, 1972
Buey: 1997, 1985, 1973
Tigre: 1998, 1986, 1974
Conejo: 1999, 1987, 1975
Dragón: 2000, 1988, 1976
Serpiente: 2001, 1989, 1977
Caballo: 2002, 1990, 1978
Cabra: 2003, 1991, 1979
Mono: 2004, 1992, 1980
Gallo: 2005, 1993, 1981
Perro: 2006, 1994, 1982
Cerdo: 2007, 1995, 1983

Fuente: Cuentos de todos los colores. Ed. Molino

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