lunes, 30 de enero de 2012

Esta noche en Samarkanda


         Esta es una de las historias más célebres que se refieren a la muerte y es de origen persa. Fariduddin Attar la cuenta así.

         Una mañana, el califa de una gran ciudad vio llegar corriendo a su primer visir en un estado de gran agitación. Le preguntó las razones de esta aparente inquietud y el visir le dijo:

-      Te lo suplico, déjame abandonar la ciudad hoy mismo.
-      ¿Por qué?
-      Esta mañana, al cruzar la plaza cuando venía al palacio, alguien me rozó en el hombro. Me volví y vi  a la muerte que me miraba fijamente.
-      ¿La muerte?
-      Sí, la muerte. La he reconocido muy bien, completamente vestida de negro con una bufanda roja. Estaba allí y me miraba para asustarme. Porque me busca, estoy seguro. Permíteme abandonar la ciudad en este mismo instante. Cogeré mi mejor caballo y llegaré esta noche a Samarkanda.
-      ¿De verdad era la muerte? ¿Estás seguro?
-      Completamente seguro. La he visto como te veo ahora a ti. Estoy seguro de que tú eres tú y de que se trataba de ella. Déjame partir, te lo ruego.

El Califa, que sentía aprecio por su visir, le dejó marchar. Aquel hombre, volvió a su casa, ensilló el mejor de sus caballos y cruzó al galope una de las puertas de la ciudad en dirección a Samarkanda.

Un momento más tarde, el califa, a quien un pensamiento secreto no dejaba de atormentar, decidió disfrazarse, tal y como hacía algunas veces, y salir de su palacio. Completamente solo llegó a la plaza mayor en medio de los ruidos del mercado, buscó a la muerte y la reconoció. El visir no se había equivocado. Se trataba de la muerte, alta y delgada, vestida de negro, la cara medio disimulada con una bufanda roja de algodón. Iba de un grupo a otro en el mercado  rozando con el dedo el hombro de un hombre que preparaba su puesto, tocando el brazo de una mujer cargada de menta, o evitando a un niño que corría hacia ella.

         El califa se dirigió a la muerte. Ésta le reconoció inmediatamente a pesar de su disfraz y se inclinó en señal de respeto.

-      Tengo una pregunta que hacerte, le dijo el califa en voz baja.
-      Te escucho.
-      Mi primer visir es un hombre todavía joven, lleno de salud, eficaz y probablemente honesto. ¿Por qué esta mañana, mientras venía al palacio, le has rozado y asustado? ¿Por qué le has mirado de manera amenazante?

La muerte pareció ligeramente sorprendida y respondió al califa:

-      Yo no quería asustarle. No le he mirado de manera amenazante. Simplemente, cuando nos hemos rozado por casualidad entre la multitud, al reconocerle, no pude esconder mi sorpresa y él debió tomarlo como una amenaza.
-      ¿Por qué  te sorprendes entonces? Preguntó el califa.
-      Porque, respondió la muerte, yo no esperaba verle aquí. Tengo cita con él esta noche en Samarkanda.

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